Virtuosismo Barroco: cuando el arte te atraviesa el alma
- Gris Cruz

- hace 2 días
- 2 Min. de lectura

Imagen por: Arqueles García
Monterrey, Nuevo León. Después de la rueda de prensa, aún no imaginaba lo que estaba por sentir. “Virtuosismo Barroco” sonaba a algo solemne, quizá distante. Pero lo que ocurrió este domingo 26 de octubre fue todo menos eso: fue una sacudida de belleza, una emoción que traspasó los siglos para vibrar en el presente.
Poco a poco la gente fue llegando, curiosa, expectante. Algunos sabían lo que escucharían; otros simplemente se dejaron guiar por la intuición de que esa noche sería especial. El aire tenía ese algo que anuncia un evento irrepetible.
Y entonces, apareció Jakub Józef Orliński, contratenor polaco con alma incendiada, y junto a él, el director Felipe Tristán, regio de nacimiento pero ciudadano del mundo musical. Desde la primera nota, el tiempo se curvó.
Imágenes por: Arqueles García
El Barroco —esa época de excesos, dramatismo y emoción— cobró vida frente a nosotros. Las cuerdas vibraban con intensidad, los violines parecían cantar, y la voz de Jakub… qué decir de su voz. Una mezcla entre poder y fragilidad, una acrobacia emocional que te deja suspendido. Cada aria era un viaje: Vivaldi, Händel, Purcell. Clásicos de hace más de trescientos años que, en sus manos, sonaban modernos, vivos, actuales.
Las pantallas proyectaban paisajes europeos y templos antiguos, casi como si las notas pintaran su propia catedral sonora. Entre los músicos, se percibía una complicidad, una felicidad honesta. Era arte en su forma más pura: humana, imperfecta, estremecedora.
Y cuando Jakub, en un giro poético, cantó “Bésame mucho” de Consuelo Velázquez, el público simplemente se rindió. Esa mezcla de lo nuestro con lo universal, del alma mexicana con la técnica barroca, fue magia pura.
Imágenes por: Arqueles García
Al final, entre ovaciones y suspiros, Jakub y Felipe rompieron la solemnidad con un toque de hip hop —porque sí, también se puede rimar con Händel— y nos recordaron que la música no tiene fronteras, que su lenguaje es el mismo: el de la emoción.
La noche terminó, pero el eco sigue flotando. “Virtuosismo Barroco” fue eso: un recordatorio de que el arte verdadero no envejece, solo cambia de piel.
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