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Día 2 en Johannesburgo: Entre el verde del Wanderers y la memoria viva de Soweto

  • Foto del escritor: Jaydee Turru
    Jaydee Turru
  • hace 3 días
  • 2 Min. de lectura
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Johannesburgo tiene un ritmo propio. No se parece a nada y, al mismo tiempo, lo abraza todo: la elegancia, la historia, la fuerza, la belleza cruda y la esperanza que late en cada esquina. Nuestro Día 2 inició justo así, entre contrastes y descubrimientos, con esa sensación de que cada momento deja una huella distinta.


Mañana entre fairways y buena conversación


Comenzamos la jornada en The Wanderers Golf Club, uno de esos espacios que te recuerdan por qué este país respira al ritmo del deporte. El verde impecable del campo, los árboles que guardan historias centenarias y la calma que solo un club clásico puede ofrecer fueron el escenario perfecto para el café de la mañana.


Entre entrevistas, anécdotas locales y risas, tomamos algunos tiros—cada uno más optimista que técnico, pero todos llenos de intención—mientras recorríamos el campo. El Wanderers te habla sin prisa, con ese estilo propio de los clásicos: elegante, sobrio, orgulloso de su legado.


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Soweto: donde la historia camina a tu lado


De ahí pasamos a Soweto, ese lugar que no se visita… se siente. Recorrimos sus barrios vibrantes, donde las calles cuentan historias de lucha, cultura y comunidad. Pasamos por las Twins, con sus icónicos murales que suben hacia el cielo, símbolos de un pueblo que se niega a olvidar quién es y hacia dónde va.


Seguimos nuestro camino hasta la casa de Nelson Mandela, ese pequeño gran espacio que resguarda el eco de un hombre inmenso. Es imposible caminar ahí sin sentir que la historia te acompaña a cada paso.


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Almuerzo local, alma sudafricana


Comimos en un restaurante local, de esos donde el sazón tiene carácter y la hospitalidad se siente antes de que llegue el primer plato. Conversaciones largas, sabores intensos y esa calidez sudafricana que te abraza sin aviso.


Una cena para recordar: Chef Coco


Regresamos al hotel brevemente antes de cerrar el día con una experiencia que merece capítulo propio: la cena con el chef Coco.


Coco, uno de los nombres más respetados de la gastronomía sudafricana, es más que un chef: es un narrador. Cada platillo que presenta tiene el poder de contar la historia de África con elegancia contemporánea, técnica impecable y un toque emocional que no se olvida.


La cena fue un viaje sensorial:sabores profundos, texturas inesperadas, colores que parecían hablarnos y una conversación cálida, generosa, llena de pasión por su país y su cocina. Era imposible no sentir que ese momento era un regalo más del día.


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De regreso al hotel, el silencio reflexivo


La noche terminó con esa calma que solo llega cuando un día te movió por dentro. Golf, historia, comunidad y gastronomía… Johannesburgo se mostró en todas sus capas, en todos sus ritmos. Y lo que más emociona es saber que aún queda tanto por descubrir.

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