El turismo primera parte: espejo de nuestra historia y motor del presente
- Jaydee Turru

- 21 oct
- 3 Min. de lectura
Actualizado: hace 1 día

El pensamiento que aquí se comparte —profundo, analítico y apasionado— pertenece al maestro Juan Carlos Arnau Ávila, referente indiscutible en la reflexión sobre el turismo contemporáneo y sus implicaciones culturales, sociales y económicas y lo desarrollo en tres partes y este es la primera de tres publicaciones donde se refleja el trabajo presentado para obtener su adscripción a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística .
Su ingreso como miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, una de las instituciones más antiguas y prestigiadas del país, representa no solo un reconocimiento a su trayectoria, sino también la incorporación de una visión renovada y humanista al estudio del turismo en México.
En el contexto de su adhesión, Arnau Ávila propuso una lectura del turismo que trasciende las cifras y los destinos: lo entiende como un fenómeno civilizatorio, un espejo de nuestra identidad colectiva y un espacio de encuentro entre historia, territorio y emoción humana.
Desde Passpartout, celebramos esta incorporación y reconocemos la relevancia de su mirada en tiempos donde el turismo demanda sentido, ética y propósito.Porque, como bien sostiene Arnau Ávila, “viajar no es escapar del mundo, sino reencontrarse con él.”
A través de sus conceptos —que inspiran las tres partes de esta reflexión— se dibuja la idea de que viajar es un acto de conciencia, un puente entre la memoria y el futuro, entre el individuo y el mundo que lo rodea. Su planteamiento invita a repensar el turismo no solo como motor económico, sino como una herramienta de entendimiento, sustentabilidad y transformación social.

Si observamos el fenómeno turístico desde el presente hacia el pasado, descubrimos que su relevancia actual es el resultado de un largo proceso de evolución social, cultural y económica. Hoy, viajar se ha vuelto parte esencial de la vida de todos los grupos: adultos mayores que buscan reconectar con el mundo, jóvenes que viajan para encontrarse a sí mismos, adultos en plena edad productiva que buscan equilibrio, e incluso niños que ya crecen con la idea de explorar. Una realidad impensable hace apenas unas décadas.
Las maravillas arquitectónicas del mundo antiguo —templos, palacios, ciudades sagradas— fueron concebidas como símbolos de poder o de fe, no como escenarios turísticos. Y sin embargo, el viajero contemporáneo se ha convertido en el beneficiario inadvertido de la creación artística de todos los tiempos, en el heredero curioso que recorre el legado de las civilizaciones con cámara en mano y emoción en la mirada.
El turismo ha vivido altibajos extraordinarios, impulsado por al menos cuatro grandes fuerzas. La primera, la búsqueda de comprensión histórica: el deseo de visitar los vestigios de las culturas que nos formaron y de entender sus aportaciones al mundo moderno. La segunda, la accesibilidad: hoy, gracias a la competencia aérea y la tecnología, volar es hasta 30% más barato que hace una década.
La tercera, la segmentación: el viajero ya no es uno solo. Las nuevas plataformas de hospedaje, los productos especializados y las experiencias personalizadas —gastronómicas, culturales, deportivas o espirituales— responden a estilos de vida más diversos.Y la cuarta, la democratización del deseo de viajar: las opciones de crédito y financiamiento han hecho posible que las clases medias conviertan el sueño de recorrer el mundo en una meta alcanzable. Como diría con ironía un economista, “esa es la base del capitalismo: vender cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos”.
Lo cierto es que, para los millennials y centennials, el turismo ya no es un lujo que viene después del coche o la casa. Hoy, viajar es una prioridad vital, una forma de afirmación personal, de educación emocional y de pertenencia global.
El turismo está más cerca que nunca, genera más empleos que muchas industrias tradicionales y redefine la manera en que vivimos el tiempo, el ocio y el aprendizaje. Pero, sobre todo, nos invita a mirar más profundo, a entender por qué esta actividad —aparentemente ligera y placentera— es, en realidad, una de las expresiones más fascinantes del ser humano moderno.






















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