CRÓNICA ROVOS RAIL — PARTE 1
- Jaydee Turru

- hace 2 días
- 2 Min. de lectura

De Victoria Falls a Pretoria: el viaje donde la nostalgia se viste de oro
Hay viajes que no empiezan cuando parte el tren, sino cuando el corazón decide entregarse. Y así inició nuestro recorrido a bordo del legendario Rovos Rail, ese sueño rodante que parte desde Victoria Falls y se dirige, con una calma casi ceremonial, hacia Pretoria. Un viaje donde cada kilómetro sabe a nostalgia, a elegancia y a una forma de vivir que muchos creíamos perdida.
Día 1: El susurro del tren y el despertar de África
Partimos dejando atrás la bruma de las cataratas, ese vapor que bendice a los viajeros y que parece decir: “lo que estás por vivir será irrepetible”. A bordo, África empieza a desplegar su magia con las maderas nobles, las telas gruesas al estilo colonial, los detalles pulidos con una devoción que se siente en cada centímetro del vagón.
Mañanas de safari, café y silencio luminoso
Y ahí comenzaba el ritual del día: los desayunos de Rovos. Huevos perfectamente cocinados, panes tibios, frutas que parecían haber sido elegidas una por una… y ese café que sabe distinto cuando la ventana muestra sabanas infinitas.

Cada mañana nos esperaba un safari, esa ritualidad pura donde la naturaleza aún dicta el ritmo. Ver el amanecer africano desde una camioneta abierta es escuchar la respiración del continente: los pájaros anunciando el día, las siluetas de los antílopes aún envueltas en neblina, el sol asomándose con una determinación casi espiritual.
Y la adrenalina por saber que nos esperaba por descubrir, cada momento es único e irrepetible como la vida misma, cada instante se respira diferente y regresábamos al tren con los zapatos polvorientos y el alma ensanchada por todo lo que a nuestro paso encontrábamos.
Comidas que son pausas del alma
Después venían almuerzos delicados, preparados con esa mezcla de técnica europea y materia prima africana. Platos que no solo alimentan, sino que acompañan: no hay prisa, no hay ruido, no hay pantallas. Solo conversación, vino y el rumor suave de las vías acompañando cada bocado y cada palabra.

Cenas donde todos somos parte de una película antigua
Las noches en Rovos Rail son un homenaje a la elegancia perdida. El código de vestimenta no es imposición, es ceremonia. Todos caminamos por los vagones con esa conciencia de sabernos dentro de una postal o una película de época: trajes oscuros, vestidos largos, luz tenue, plata impecable sobre manteles blancos.

Y mientras la cena se sirve, cada quien parece conectar con su mejor versión: la que sabe apreciar el detalle, el silencio amable, la conversación pausada y la belleza del momento.
Pueblos, paisajes y un atardecer que lo explica todo
Las paradas en los pequeños pueblos zimbabuenses nos recuerdan que el mundo es más grande de lo que pensamos, y más simple también. Risas, miradas curiosas, artesanías, historias breves que se quedan pegadas al corazón.

Pero nada, absolutamente nada, se compara con los atardeceres desde el vagón. La luz entra por las ventanas como si hubiese sido dirigida por un cineasta: rayos dorados, naranja profundo, sombras largas que acarician las paredes de madera.
Es un momento que no se busca: te encuentra. Y lo ilumina todo -el vagón, los rostros, el alma. Un recordatorio de lo que significa la buena vida: elegancia, pausa y,
contemplación.






















Comentarios