✨ Una noche para detener el tiempo: José y el Toro y el arte de vivir más lento
- Gris Cruz
- 23 jun
- 2 Min. de lectura

Monterrey, Nuevo León – 22 de junio. Hay noches que no se miden en minutos, sino en emociones. Noches donde las canciones no solo suenan, sino que se sienten en la piel, en la memoria, en ese rincón del alma donde habitan los recuerdos que más importan. Así fue la noche del domingo en la Ciudad de las Montañas, cuando José y el Toro nos regaló un concierto íntimo, cálido y lleno de verdad.
El escenario fue sencillo, pero no hizo falta más. Bastó su voz, su guitarra y su presencia para construir un puente directo hacia el corazón del público.
Imágenes por: Sebastián Ramírez
Desde que pisó el escenario, no solo cantó: compartió. Habló de su historia, de la distancia con su tierra, de cómo nuestro país también lo ha abrazado. Mencionó la carnita asada, los chicharrones, los partidos… y lo convirtió todo en una canción.
Esa manera suya de narrar la vida, con sensibilidad y picardía, con pausas y sonrisas, fue conquistando a cada persona presente.
Temas como “Reloj ingrato”, “Vida mía”, “Los lugares más bonitos”, “Viejitos”, “Desde mi habitación”, “Mi cielo”, “La mejor versión” y “Cuando el mundo acabe” formaron parte de un repertorio que no solo tocó fibras, sino que provocó lágrimas, risas y abrazos. Hubo parejas que se tomaron de la mano en silencio. Hubo quien cantó con los ojos cerrados. Y hubo momentos en los que todos pedimos lo mismo: que esta noche no se acabara.

Imagen por: Sebastián Ramírez
Y por si fuera poco, la noche nos regaló otra joya: El Riqué, joven talento que llegó como invitado y se robó también una parte del corazón de la audiencia con su estilo único, sus letras juguetonas y profundas, y canciones como “99.99%” y “Volver volver”, una muestra del nuevo material que viene en camino. Una combinación perfecta de lírica, ritmo y frescura que emocionó y conectó.
Imágenes por: Sebastián Ramírez
Pero más allá del repertorio o los aplausos, lo que convirtió esta noche en algo especial fue la esencia de José. Su disco La Vida Lenta no es solo un nombre bonito: es una filosofía, una forma de estar en el mundo. En tiempos donde todo corre, donde la prisa nos desconecta, su música es una invitación amorosa a frenar, respirar y sentir.
“El club de La Vida Lenta”, como él lo llama, es para quienes todavía creen en el poder de una canción bien dicha, en la magia de detenerse a mirar el atardecer, en el valor de conectar con uno mismo para conectar con los demás.
“Estamos tan conectados a todo, que a veces olvidamos conectar con nosotros mismos”, compartió con esa calma suya que no impone, pero transforma.
Y ahí está el corazón de su arte: en ese balance perfecto entre palabra y silencio, entre emoción y pausa, entre el bolero clásico y el presente sin etiquetas.

Imagen por: Sebastián Ramírez
🌙 Monterrey lo escuchó, lo abrazó, y al final, le gritó desde el alma: ¡quédate para siempre!
Porque hay artistas que no solo visitan una ciudad, la hacen vibrar desde adentro.
Puedes consultar la entrevista exclusiva aquí:
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